Lo deseado
Espero que me encuentres sobrio,
pájaro loco, cardenal de fuego,
digno de reposar mi sombra en tu
morada,
y de que estire mis manos
humeantes,
como tendiendo una sábana de la que, deshojadas,
caen todas las palabras
que tengo.
Espero que seas generoso con mi
ausencia,
ángel taciturno, libro escrito en
el viento,
y que cada vez que me vaya por
los terruños
de mi memoria creativa, que viaje
a descolgar un cuerno del árbol
de Diana,
entiendas que en realidad no soy
yo: es mi espejo
y mi imaginación que no se pueden
quedar quietos.
Quiera que me entiendas y que me
abraces amorosa,
con pechos cálidos y manos
enguantadas en miel,
porque vengo a ti tan desprovisto de ropa y de linaje,
que solo tienes que pedirme que
hinque la rodilla
para que te muestre fervoroso mi
lealtad de perro,
mi sutil y virtuoso don de
acatamiento.
Yo sé que el día menos pensado,
pájaro loco, cardenal de fuego,
me abrirás la puertas como San Pedro
y entraré recto por los dominios
más encendidos del poema.
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