El peregrino

  I.       

de rodillas ante un espejo un peregrino reza,

    II.       

con mirada lunar, sobre la noche abierta de relampagueos,

salta sonámbulo dentro del espejo, salta hacia fuera de sí,

 III.       

hay un silencio de útero,

un batir de alas húmedo y

una transparente voluntad de raíz negra

se refleja sobre un charco,

 IV.       

hay un estrépito sordo,

un tembladeral de ventana,

un vértigo desnudo

que acaricia lo inminente,

    V.       

nada a que asirse,

ni una rasgadura de luz,

ni una raíz de viento,

VI.       

tampoco hay sexo, la oportunidad de resistir febrilmente;

tampoco hay fiebre, síntoma lúcido del cuerpo;

por último, tampoco hay cuerpo,

 VII.       

atraviesa en silencio este valle azulado:

solo hay la extensión; la ingrávida y azul extensión

desenvuelta como un sudario sobre su espalda.

VIII.       

y se incineran las palabras al oxigenarse fuera de sí,

se escuchan chasquidos y una llama sube a su rostro

¡se quema vivo! ¡diciendo, se quema vivo!

IX.       

en una esquina lee:

te esfuerzas demasiado por enderezar la curva,

- entonces desensilla el hatillo y vuelve a peregrinar desnudo -

X.       

pero no encuentra las señales que dejó a su paso,
parece que se hubiesen esfumado
 - como huellas a orillas del mar -

XI.

se ha perdido el peregrino dando vueltas sobre sí,

dándose vuelta de dentro hacia fuera,

XII.

reposó en su espalda,
sobre un velo ingrávido
 - de punto por trama  transparente - 
y cerró los ojos cansado 
de la geografía etérea,
sobre un sueño de más acá,


XIII.

y finalmente se trenzó al espacio con grave frenesí,

enlazado el peregrino a una constelación de estrellas,